lunes, 19 de mayo de 2014

Decálogo de un escritor




    1. Leer Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer. Disfrutar su rima consonante, su métrica perfecta, su romanticismo clásico. Mirar los haces del sol que entran por la ventana en forma recta y ver flotar las partículas de polvo y comprender cuales son los invisibles átomos del aire que en derredor palpitan y se inflaman. Prestar atención al entorno y asociar una imagen visual a un verso u oración, es la herramienta más preciada de un escritor.
     2. Tener la necesidad de saber si la luz sigue prendida al cerrar la puerta de la heladera. La curiosidad es lo que diferencia a una persona vulgar de un potencial artista.
   3. Poner un espejo frente a otro, abrir miles de universos paralelos, sentir la inmensidad del infinito, comprender que estamos inmersos en él y perder aquel ego estúpido de pensar al hombre y su capacidad de razonamiento como centro del universo. El infinito no tiene centro. No se esfuerce en parecer una persona instruida, muestre su humildad y sus sentimientos de un modo sincero.
   4. Desgarrarse el alma con Edgar Allan Poe (aprovecho a decirles que escriba su nombre en cursiva y verán que agradable es el correr de la pluma por el papel), Pedro Calderón de la Barca, Federico García Lorca y Jorge Luis Borges; y tomar sus conceptos como bases principales.
   5. Desgarrarse el alma con Khalil Gibran (intenten escribir su nombre en cursiva y verán lo incomodo que es), Hermann Hesse, Fiódor Dostoyevski y José Mauro de Vasconcelos; y tomen sus conceptos como bases principales.
   6. Mezcle algunos conceptos obtenidos del punto 4 con algunos del punto 5, si al agitar la mezcla obtiene una solución homogénea habrá obtenido sus propias ideas. Teniendo de aliados a estos artistas, nadie puede refutarlo.
   7. No escribir acerca de espejos y portales a otra dimensión. Con Lewis Carroll y Borges, esos textos (a pesar de que sigue y sigue usándose, y cada vez peor) no los lee nadie. No sólo los lectores están cansados de esta temática, sino que algunos seres del otro lado del espejo se sienten ofendidos al ser caracterizados como seres abominables y ficticios.
   8. Tener una visión matemática del arte. La comunicación no es otra cosa, sino, que el uso cotidiano más excelso del álgebra. Los sustantivos se suman, los adjetivos multiplican y los verbos potencian. Dependiendo del mensaje que uno quiera trasmitir, debe elegir la forma correcta de permutar las palabras, despejar y resolver una ecuación antes de exponerla. Así como dos más dos es cuatro, un mensaje matemáticamente pensado genera como resultado el mismo sentimiento a todas las personas receptoras en mayor o menor escala. Lo más difícil es aprender las propiedades de potencia, y la forma de despejarla; es decir, el uso de los verbos.
a.       Algunos verbos, son exponentes pares y hacen que toda base negativa se transforme en positiva.
b.      Otros, son exponentes negativos. Estos invierten la base y son ideales para desconcertar y perderse en la verborragia.
c.       Los verbos más difíciles de utilizar son los exponentes fraccionarios. Estos no solo potencian, también radican. Solo los buenos artistas pueden dominar estos últimos.
   9. Evite El deseo constante de apropiarse de los cerebros ajenos. Un buen cuento debe estar escrito para trasmitir incertidumbre, no verdades absolutas. Para eso, escriba un libro doctrinario, sin recurrir a la ficción. Comer cerebros para alienar a otros y que estos, a su vez, coman otros, es actividad de un muerto vivo, no de un escritor.

   10. De poca importancia a todos los puntos anteriores y lea el Decálogo del perfecto cuentista de Horacio Quiroga. Ese realmente vale la pena.
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