viernes, 27 de marzo de 2015

¿Y si no está?




A Agustina G. y Emanuel S. donde quieran que estén.




Se recostó en el piso, y sintió el frío. Con un encendedor iluminó debajo de la cama. Corrió unas zapatillas y encontró un boleto de subte, algunas monedas, un par de auriculares y una tarjeta con el número de un abogado.  Se levanto y miró a Agustina que buscaba también, en el cajón de la mesa de luz.
-¿Y…?
-¿Y qué?- preguntó ella mientras hacía ruido al hurgar las cosas del cajón.
-¿Lo encontraste?
-No. ¿Vos?
-No. Debajo de la cama no está.
-¿Estás seguro de que lo perdiste acá?
-Sí. La última vez que lo vi estaba ahí en la cama. Y no recuerdo haberlo llevado a ningún lado después de eso.
-¿No lo llevaste o no recordás?
-No sé. Puede ser que me lo haya llevado, pero lo mas probable es que no - se sienta y duda. Pierde su mirada en los ojos de ella, buscando encontrar algún recuerdo. – O lo llevé al laburo…
Agustina lo mira con resignación y le dice: - No sé Emanuel. Vos nunca te acordás de nada. Sos tan colgado.- cierra el cajón y se pone de pie. –Bueno. Hace rato que no lo ves. Por ahí lo guardaste.
-Sí. Eso si pude haber hecho. Siempre guardo las cosas para no perderlas, pero las guardo tan bien que después ni yo las encuentro- Emanuel sonríe pero no encuentra una respuesta cómplice de Agustina.
-Yo busco en la biblioteca, vos fíjate en el ropero.
-Bueno. Fijate entre y dentro de los libros. A veces lo uso como señalador.
Emanuel abrió el placard y buscó entre la ropa. Encontró algunas remeras que creía perdidas y otras que ni recordaba tener.  Sacó una negra con el ploteo del condensador de flujos. Sonrió. Era una remera que Agustina le había comprado hacía varios años. Aquella vez que ella tenía que ir a la casa de una de sus amigas y le pidió que la acompañe. Se entristeció y sintió culpa por no recordar esa clase de eventos todos los días, en todo momento. Siempre tenía que toparse con esos recuerdos maravillosos, pero eran muy pocas las veces que  los recordaba por propia satisfacción de su memoria. Para distraerse de ese malestar culposo dijo al aire: - Siempre las cosas están en el último lugar que se busca.
-Y sí. No vas a seguir buscando después de encontrarlo- dijo ella riendo. – Este libro es mío.
- ¿Cuál?
- Mi planta de naranja-lima. Me lo regalaste la primera vez que salimos a caminar. Ese día que fuimos a tomar un helado después del laburo. ¿Te acordás?
- Si.
- Me hablaste de este libro. No me acuerdo por qué…
- Si. Te dije que Zezé y yo teníamos muchas cosas en común. Y si querías conocerme un poco más, tenías que leer esa novela.
- ¿Si…? No me acuerdo. Después caminamos hasta Parque Rivadavia. Lo compraste y me lo regalaste. ¡Me pareció re lindo ese gesto! Pero ni me miraste. Estabas como tímido. Jaja. Después le conté a una amiga y quería conocerte.

Emanuel permaneció en silencio. Y sacó una caja del placard. Era pesada. La abrió y se puso a buscar ahí. –Acá puede que esté. En esta caja hay muchas cosas.
- Y fijate.
- No sé… es mi caja de recuerdos. Acá tiro las chucherías bonitas o no tanto que me llevan a la reminiscencia de momentos intensos.
-  Dale. Fijate. Así lo encontrás antes de que me vaya. En media hora tengo que salir a trabajar y no quiero que te quedes solo y preocupado.

Emanuel tomó coraje. Y como un cirujano empezó a sacar objeto por objeto de la caja. Primero se encontró con un hornito, algunos aceites aromáticos y velas. Esas cosas las había comprado para la primera noche que durmieron juntos. El día que hicieron el amor por primera vez. Pensó en su mirada mientras le acariciaba la espalda, el estremecimiento de su cuerpo, su piel blanca desnuda, su boca gesticulando constantemente,  la luz tenue y el aroma que se impregnaba en aquel instante mágico. Sonrió con nostalgia. Pensó algún día volver a hacerlo. Una lágrima cayó. Y la miró. Agustina se acercó.
-¿Qué haces nabo? Busca- sacó de la caja una foto. – ¿Esta foto todavía la tenes? Que desubicado. Me sacaste una foto mientras dormía desnuda. ¿No se la mostraste a nadie no? Mirá que me muero de vergüenza.
- No. Siempre estuvo escondida. Esa fue de la primera vez que fuimos a un hotel.
- ¿Si? Me parece que no. Pero si de las primera veces.- Agustina focaliza mejor para ver detenidamente la foto, y se la da a Emanuel – Hace un montón de esto. ¿Qué edad tenia? ¿Veinte? ¿Veintiuno?
-Sí. Más o menos. No sé. Pero eras muy joven. Ja. – Emanuel mira la foto atentamente – Se te ve bien. Linda como siempre. Blanca como siempre. Pero con una tranquilidad... fresca.
- Habíamos cogido. Ja. Estaba tranquila.
- No. Es otra cosa. Estabas tranquila, contenta... Nos queríamos mucho.
- Nos amábamos.
Emanuel se contorsiona en si mismo sin despegar los ojos de la foto. Frunce el ceño para evitar que una lágrima se escape. Y muy bajo dice­: -Si. Nos amábamos.
Agustina lo miró y de un tirón le sacó la foto.
- Si vamos a buscar sacando cosa por cosa no terminamos más y me tengo que ir. – de un modo dinámico pero poco efectivo, revolvió el cajón. –No. No está. No sé donde lo dejaste.
- ¿Y si no está?
- ¿Que decís? Tiene que estar.
- ¿Si se me cayó por la calle, si se desintegró, si no existe más?
- Tranquilo, lo vas a encontrar. Y si no lo encontrás, no sé. Conseguimos otro.
- ¿Se consigue todavía?
- Todo se consigue. No sé si uno igual, pero alguno parecido. Me tengo que ir.
- ¿Cuándo te veo?
- No se. No arreglamos nada.
- Pregunto para arreglar.
- Mañana salgo del trabajo a las cuatro.
- ¿Querés venir?   
- Dale. Vemos unas películas y dormimos juntos. Y te ayudo a buscar.
- Dale.

Emanuel acompaño a Agustina hasta la puerta y le dio un beso en la frente. Ella lo abrazo y le dijo al oído: -Tranquilo. Siempre tan trágico. Ya lo vas a encontrar. -él tomo su cabeza y la apoyó en su pecho. Acarició sus cabellos rojizos y buscó en ellos. Pero tampoco lo encontró.
-Bueno –dijo Emanuel y abrió la puerta – que tengas un lindo día.
-Gracias. ¿Vos que vas a hacer ahora?
- Seguir buscando. Capaz, más tranquilo. En tu ausencia por ahí lo encuentro. Capaz está en ese cajón, Capaz está en la noche solitaria de un monoambiente inmenso para una sola persona.   Capaz lo encuentro en una botella de whisky. No sé.
- Bueno. Buscalo. Pero cuidado con lo que encontrás. Si te pones mal, llamame. Yo después de las diez puedo hablar. ¿Si?
-Dale.
-Mañana nos vemos.
-Si. Hasta mañana.
-Hasta mañana.
- Chau.
-Chau.
5 Laberintos Intangibles: ¿Y si no está? A Agustina G. y Emanuel S. donde quieran que estén. Se recostó en el piso, y sintió el frío. Con un encendedor iluminó debaj...

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